SAN JUAN BAUTISTA SCALABRINI
(1839-1905)

PADRE DE LOS MIGRANTES Y FUNDADOR DE LA CONGREGACIÓN DE LOS MISIONEROS DE SAN CARLOS BORROMEO – SCALABRINIANOS

Un hombre con gran sensibilidad, cercano a su pueblo, motivado por la caridad. Fue obispo de la diócesis de Piacenza, al norte de Italia. Como pastor se sentía responsable de dar una respuesta evangélica a las distintas circunstancias que vivía la gente de su diócesis. Invitó a sus sacerdotes a salir de las sacristías, y darse cuenta de las necesidades concretas de su pueblo. Desarrolló distintas iniciativas en los ámbitos religioso y social.

En el ámbito religioso, se preocupó por la instrucción catequética, sobre todo de los niños; incluso de los sordomudos, los cuales hasta ese momento quedaban privados del conocimiento de Jesús, pues hasta entonces no existía un método ni manuales para enseñarles el catecismo, mismos que él promovió en su diócesis y en toda Italia. Fundó una revista especializada en catequesis y organizó el primer congreso catequético en Italia. También se preocupó porque los sacerdotes de su diócesis tuvieran una adecuada formación que les permitiera ser predicadores y testigos del Evangelio.

En el ámbito social se distinguió por ocuparse de las situaciones que afligían a su pueblo. A través de las visitas pastorales que realizo a su diócesis, pudo constatar las duras condiciones de vida que enfrentaban cada día la gente de su diócesis. Su obra más conocida es la atención integral a las necesidades de los migrantes. Cuando fue beatificado en 1997, el Papa Juan Pablo II se refirió a él como “Padre de los Migrantes”.

El principal motor que impulsó a San Juan Bautista Scalabrini es la caridad, la cual lo llevo a desarrollar una respuesta concreta, tanto en el ámbito eclesial como en lo social, en favor de los migrantes, a quienes llegó a definir como “esclavos modernos”.

En su tiempo, la Iglesia en Italia estaba divida en dos grandes grupos; transigentes e intransigentes, entre los cuales era muy difícil  la conciliación de sus intereses. El motivo principal de la disputa era la  actitud de los católicos ante el naciente estado italiano que había ocupado el territorio que entonces pertenecía al Vaticano. Los intransigentes se negaban a cualquier acuerdo entre la Iglesia y el gobierno italiano, así como la participación en la vida social y política de la naciente república, debido a que consideraban arbitraria la ocupación del territorio vaticano por parte del gobierno, su posición era más dogmática que los transigentes quienes eran más condescendientes en cuanto a la relación con el Estado.

Scalabrini se vio envuelto en la controversia entre estos grupos. Fue fiel al magisterio eclesial de su época y en muchos de sus escritos se ve reflejado. Sin embargo, en la práctica pastoral tenía una actitud conciliatoria. Comprendió que la Iglesia no podía encerrarse en sí misma y que si quería ser fiel a la misión encomendada por Cristo, debía ocuparse de las necesidades de los pobres.

La evangelización que Scalabrini pretendía es la redención moral y espiritual del migrante integrando distintos aspectos: asistencia moral, social y legal en el momento de la salida, de la llegada y de la primera ambientación en el nuevo lugar de trabajo.

Scalabrini comprendió que la migración es un fenómeno estructural que implica distintos aspectos. Planteó la necesidad de dar una respuesta global ante los problemas que acompañan al fenómeno migratorio. Desde su perspectiva la Iglesia debía desarrollar una acción pastoral que aborde tanto lo social como lo espiritual: “Donde hay un pueblo que trabaja y sufre, allí está la Iglesia, porque la Iglesia es madre, amiga y protectora del pueblo.”

Scalabrini denunció que se hablaba mucho de migración, pero se relegaba las situaciones concretas de los emigrados: “Se piensa en los emigrantes (en situaciones abstractas), pero no en los emigrados (en situaciones concretas)”. Criticó las valoraciones más emocionales que racionales. Sus propuestas pastorales fueron fundamentadas en los medios y métodos de las ciencias sociales, abordando el fenómeno migratorio en forma científica y técnica (estadísticas, observación participante, entrevistas, historias de vida, etc.).

Para afrontar la problemática social de los migrantes, Scalabrini organizó comités laicos, se comprometió a sensibilizar a la Iglesia y a la sociedad con respecto a las necesidades de los emigrados y propuso mejorar la legislación que regulaba la emigración italiana entrando en el debate político y planteando propuestas concretas de acción.

El descubrimiento de problemáticas similares en otros grupos étnico-nacionales lo hizo consciente de que la problemática que acompaña a las migraciones supera los ámbitos locales y nacionales.

Su visión global sobre el fenómeno migratorio se reflejó en su informe a la Santa Sede Pro Emigratis Catholicis, publicado en 1905 después de sus viajes pastorales a Estados Unidos y Brasil, un poco antes de su muerte. En él propone soluciones estructurales a las necesidades de los emigrantes:

• Reconoce la emigración como un derecho natural.
• La misión de la Iglesia es Evangelizar a los emigrantes y procurar su bienestar integral.
• Establece la diferencia entre emigración y la colonización (identificó que existen distintos tipos de migración).
• Defiende la cultura de origen y la lengua de los emigrantes.
• La organización de la acción evangelizadora de la Iglesia en favor de los migrantes debería ser basada en la trilogía: Iglesia – Escuela – Dispensario farmacéutico.
• Propone la organización de una Congregación o Comisión Central de la Santa Sede cuya finalidad y función sea procurar la acción pastoral entre los migrantes en todo el mundo.

Estas propuestas fueron retomadas por la Santa Sede y son principios rectores de la acción pastoral de la Iglesia con los migrantes. San Juan Bautista Scalabrini, fue precursor de la pastoral migratoria, la cual emergió con fuerza a fines del siglo XIX, se desarrolló en el siglo XX y responde a grandes desafíos en el siglo XXI.

Algunos pensamientos de nuestro patrono sobre el amor nos inspiran en nuestra tarea educativa:

1 “El amor: no hay criatura que resista a él.”Fray scalabrini

2 “El Dios tremendo, ahora es el Dios que ama y que quiere ser amado, no solamente por lo que es en sí mismo, sino incluso por lo que no nos muestra ser; aquel Dios nos da tantos mayores derechos sobre el corazón, cuanto más procura  de hacer lo posible para conquistar el nuestro” ( Homilía de Navidad 1880)

3 “No podemos dañar a aquellos que amamos”. Los que ponemos en práctica la pedagogía del amor necesitamos de la iluminación del Espíritu Santo que nos inspire humildad, valentía, prudencia, paciencia.

La búsqueda de las relaciones fraternas, humanas y justas constituyen el corazón de nuestro carisma.

Para interpretar la Espiritualidad Scalabriniana en las escuelas, podríamos hablar de algunas características principales:

“Hacerse migrante con los migrantes: el hacerle sentir al otro que la escuela es su propia casa” crea sentido de pertenencia. El docente Scalabriniano camina en continuo crecimiento y nunca dará por terminada su obra, acercándose cada vez más al proyecto de Dios. ¡Qué importante resulta para un niño la demostración de afecto, el reconocimiento personal, la sonrisa a tiempo, la mano fuerte pero lista para acariciar!

“La catolicidad y la universalidad: el ambiente de una escuela Scalabriniana debe privilegiar momentos de solidaridad, de intercambio y de fraternidad”.

“La vida trinitaria nos enseña que la comunión es hecha de diferencia, no de uniformidad”.

Por esto, cada alumno, cada docente, cada padre, cada actor de la comunidad educativa participará de acuerdo a su individualidad pero promoviendo la unidad, la conciliación y la tolerancia. ¿Qué cosa requiere el sarmiento para dar fruto? Que permanezca unido a la vid.

“El crecimiento y la aceptación: que se concreta en la solidaridad, respetando y haciendo respetar a cada persona que transite a nuestro alrededor, ayudándola a salir de sus miserias, abriendo las puertas de las distintas realidades, razas, culturas, necesidades, vislumbrando siempre que “Él puede estar llamando a nuestra puerta y si se la abrimos entrará a nuestra casa y cenará con nosotros”.

La oración: aquella que se dirige al Padre y se hace secreto, poniéndose delante del Señor en la actitud de hijo y dejando a Dios su libertad de Padre, sabiendo que oramos delante de Dios, no delante de los hombres. Ella debe ser una relación íntima con el Señor, sin importarnos el contexto social o cultural.

Nuestros niños orarán con humildad delante del Creador confiando en que Jesús intercede por nosotros, asumiendo nuestro destino y, así, Su destino se vuelve el nuestro. Orarán como son, con sus manos, ojos, cuerpo, cada uno con su humanidad.

La comunión: nexo espiritual que une al creyente con Dios a través de Jesucristo y que une a los creyentes entre sí.

El alumno Scalabriniano debe aprender a compartir bienes, a compartir la vida. Así como el Padre se une al Hijo y el Hijo al Padre, los niños aprenderán a vivir en una comunión de pensamiento, de sentimiento y de acciones con sus pares y con sus maestros.

Nuestras vidas se iluminan desde el momento en que Dios nos ama con infinito amor. Caminaremos a diario en el amor de Dios porque cuando los hombres se aman y viven la auténtica comunión, viven ese amor que hemos recibido de Jesús. Sólo allí está Dios.

Por ello, para vivir realmente en comunidad, necesitamos disponer de cuatro pilares principales: la escuela, la comunión, la eucaristía y la oración.

Será misión de una escuela Scalabriniana brindar los medios y las posibilidades para que cada alumno construya las bases solidas de un proyecto de vida que lo plenifique como persona en sí mismo y al servicio de la comunidad.

Qué importante será cuando logremos pasar del yo al nosotros, cuando logremos salvar nuestras debilidades y faltas, porque será allí que nosotros nos hallaremos sumergidos en la misericordia y en el amor del Padre.

Nuestra oración solidaria nos unirá para sacar el tesoro de Juan Bautista Scalabrini y la de sus seguidores, para convertirnos en puentes que concilien y nos unan como verdaderos Hijos del Padre común.